Si una ristra de ajo podía enloquecer a Drácula, los términos droga y narcosecuestro alteran a muchas autoridades policiales, judiciales y gubernamentales. Pasa en Córdoba, pasa en Buenos Aires, pasa en todos lados. Es así desde siempre.
En las últimas horas, una banda narco capturó a un joven y lo retuvo un día, como parte de una venganza por un hecho similar. Ésa es la hipótesis y nadie quiere decirla.
No es nuevo que en Córdoba hay narcosecuestros. Si no, qué decir de los últimos casos registrados al este de la Capital, que llegaron a tener por víctimas incluso a niños, cautivos en el cementerio. Qué decir de la guerra entre bandas vinculadas a ese negocio. Qué decir de los 15 crímenes derivados de las drogas en los últimos cuatro años, según un relevamiento de este diario, que llegaron a tener a víctimas como los niños Facundo Novillo o Danesa Carnero.
Que quede claro: en Córdoba se fabrica cocaína en “cocinas”, se trae a expertos fabricantes, hay pistas clandestinas para transportar sustancias. Por esta provincia pueden pasar mil kilos de “blanca” sin que la Caminera se entere. En Córdoba se mata por drogas; en Córdoba, cada fin de semana hay baleados o apuñalados por conflictos derivados del consumo, la venta o transas varias.
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